Ganaderas I

Ramona sabe de la vida lo que le ha enseñado la tierra, el sol y 700 ovejas. Es ganadera desde los 15 años en una región donde el peso de este sector es innegable pero donde no existen datos de las mujeres que se dedican a una profesión que es la esencia de la vida. Tiene 31 años, trabaja de sol a sol, es madre, luchadora y una superviviente.

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«¡Pedro José, cuántos años tenía yo cuando ordeñé la primera vez a la cabra aquella con una lata!» Ramona grita a su hermano en mitad del campo como grita a las ovejas para que no se partan. «¡Pues eso, 7 años!» Sabe de la vida lo que le ha enseñado la tierra, el sol y 700 ovejas, las pérdidas irreparables y mirar al horizonte con humildad desde un metro y medio de altura. Sabe de supervivencia en terreno hostil, de atarse los machos a los 15 años para tirar «pa delante» sin ninguna experiencia «de na», cuando lo que tocaba era beberse la vida a sorbos pequeños. Ha aprendido de enfrentarse demasiado pronto a los atolladeros de los adultos, de levantarse todavía de noche para ir al campo a ordeñar y regresar a las ocho y media de la mañana oliendo a lana a sus clases de matemáticas e historia en el instituto de La Solana. «He sido un bicho raro desapercibida de la vida, pero muy orgullosa de lo que soy». Tiene 31 años, es una mujer enjuta, con churretes y callos en las manos y carcajada sonora.

Ramona Lara es ganadera en una provincia en la que el peso de este sector es innegable pero donde no existen cifras de las mujeres que se dedican a una profesión que es la esencia de la vida, la base de la cadena alimenticia y que históricamente ha estado masculinizada. Reclaman visibilidad y derechos, manejan internet, donde descargan información y formación que aplican al ganado; hacen cursos, comparten experiencias, reciben apoyos y se forman, mientras aran con tractor, pastorean y ordeñan. Mujeres, jóvenes, madres y supervivientes.

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En mitad de un pasto de triticale de las 90 hectáreas para diente que ella y su hermano de 38 años poseen en La Solana, Ramona habla a pleno sol de su mundo y su sustento. De lo que han conseguido «penando mucho» tras la muerte de su padre Gregorio, que se fue en 2002 a los 48 años, dejando viuda a Catalina a los 44, con 300 ovejas y dos chavales, Pedro José de 21 y Ramona de 15.

Quiso estudiar veterinaria por su amor al ganado y el campo, pero le pudo la responsabilidad familiar y eligió seguir con su hermano que ya había tomado la decisión de tirar con las tierras de su padre y la ganadería. «Mi padre se crío entre ovejas, porque mis abuelos tuvieron 20 ó 30 y hacían queso y nosotros pues igual». «Luego discutiremos por media oveja», pero sólo con mirarse a los ojos Pedro Antonio y Ramona saben lo que cada uno piensa.

Son hijos del viento, la tierra y el sol, más de campo que las amapolas, y ha sido entre pastos donde Ramona aprendió con 13 años a conducir, a voces y contra el único pedrusco que había en el camino. «Si es que no me dijeron que lo esquivara». Y en el campo, con los pies hundidos en la tierra, fue también donde experimentó los dolores que empiezan a romper las entrañas de una mujer que está a punto de alumbrar otra vida. En los dos embarazos de sus hijos estuvo pastoreando hasta horas antes del parto. «Me dijo la médica pero muchacha por poco se te caen en el coche». En un Opel viejo oscuro, untado de tierra y polvo, que es el rocín que utiliza Ramona para llegar al alba y marcharse con la noche cerrada, para cabalgar un camino de tierra y rodadas de tractor de ida y vuelta. «Los animales no esperan porque tengamos dolores o estemos en estado, eso sí yo he trabajado hasta el último momento porque he tenido buenos embarazos».

Mujeres jóvenes en el campo solanero cuando ella empezó no había ni una. Entonces había trabajo, y la gente de su edad se iba fuera a estudiar y nadie quería eso. «Es muy sacrificado, se trabaja mucho y en nuestro caso nosotros dos lo hacemos todo en la finca, no tenemos a nadie más». Su marido es agricultor pero en su propia explotación. «La gente se cree que pastorear es fácil, mi marido un día me dijo si no es para tanto y se puso con las ovejas y se le metieron en un majuelo y no había manera de encontrarlas ¡Ea, que lo ven muy fácil!».

Dificultades ha tenido muchas. Que la intentaran engañar o que no la tuvieran en cuenta por ser mujer y demasiado joven o que incluso se rieran de ella. «Cuando tienes 16 años te afecta, ahora ya no».

Invirtieron con mucho esfuerzo en la maquinaria para empacar, cosechar y recolectar, para no tener que depender de nadie. 15 años después tienen 700 ovejas y gracias a la ayuda impagable y los consejos de un técnico agrario de Santander, Gregorio Salcedo, que desciende de La Solana, están consiguiendo un mayor rendimiento de los pastos para mejorar los forrajes en la alimentación de las ovejas, que implica el 60% del gasto en la explotación ganadera. A mejor alimentación, mejor leche y carne. Leche que le recoge en su totalidad García Vaquero y carne de cordero que venden a un carnicero de La Solana.

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Lo más duro la falta de su padre en todos los momentos importantes de su vida como su boda, la llegada de sus hijos y en la toma de decisiones, en unos años en los que no había máquinas de ordeño, también que era muy joven y mujer en un mundo de hombres, Ramona la ‘Jicarilla’, hermana de ‘Jicarillo’. «Soy feliz, sino no estaría aquí, hay gente que me dice ¡anda que casada y con dos hijos! pero a mí me gusta y alguien tiene que hacer este trabajo, por muchas máquinas que metas en el campo se necesitan manos jóvenes». Y mientras verbaliza estas reflexiones no quita la vista de sus 700 ovejas de las que se ocupa ella. Entre tres y cuatro horas de pastoreo diario, de lunes a domingo, que aprovecha para leer libros como Orgullo y prejuicio, el «mejor» de su lista de novela romántica. «¡Me encantan las novelas y las películas de Antena 3!»

Lee mientras pastorea y desde hace poco gestiona su perfil en Facebook. Hace un par de meses entró en Ganaderas en red, una organización nacional que aglutina a 12.000 ganaderas y pastoras españolas en Facebook, que se hicieron famosas por versionar la canción Despacito en un vídeo en Youtube para reclamar los derechos de la mujer en el campo. Un grupo que se ha unido para combatir el machismo en el sector. Ramona lleva ya en su presentación en la página de Facebook más de 7.200 ‘me gustas’ y 1.382 comentarios. «Me tuve que hacer hasta un Facebook de esos porque no tenía y estuve llorando dos día de todos los apoyos y muestras de cariño que recibí».

A Ramona hay dos cosas que le obsesionan, la dieta de sus ovejas y pasar más tiempo con sus hijos de 7 y 3 años, por eso durante el día y cuando no hay colegio están con la abuela en la explotación, para tenerlos a tiro de abrazo y de beso. Con su hermano se organizan los horarios para no faltar a una reunión del colegio, para no perderse cada momento de su crecimiento. Por eso este año se va en agosto unos días con su marido y los niños a Benidorm. Para ser madre a todas horas de unos chiquillos que como a ella les han salido los dientes entre ovejas y corderos blancos a los que alimentan a biberón.

«Otros chicos a su edad no hubieran pasado lo que ellos han pasado, Ramona tiene las cosas claras y es fuerte de espíritu», dice de ella Catalina, la mujer que mejor la conoce, su madre, que cuando no la escucha la alaba entre moscas pegajosas, tractores y un suelo de barro y paja, cerca de una cocinilla y comedor de labranza, que son el refugio de la familia todos los mediodías sofocantes de los veranos de La Solana.

Reportaje gráfico de Pablo Lorente www.pablolorente.com

Publicado en La Tribuna el 1 de julio de 2018