Beber de un pantano seco

El acceso al agua potable se ha convertido en un problema que colma la vida y negocios de los más de 20.000 vecinos de Almagro y Bolaños (Ciudad Real), que han normalizado el uso del agua embotellada para beber y cocinar y reclaman una solución definitiva a esta situación, tras la sequía del embalse de la Vega del Jabalón

Decenas de garrafas de agua conviven en las cocheras, despensas y sótanos de los hogares de Almagro y Bolaños de Calatrava (Ciudad Real) entre alacenas de madera, herramientas y frascos de conserva.

El agua embotellada se ha convertido en un añadido al gasto mensual de familias y negocios, en la savia que circula por las máquinas de café de bares y restaurantes y en el ingrediente esencial de unos simples macarrones hervidos en los fogones de miles de vecinos, que ansían la llegada de una tubería que les aporte agua de calidad.

“Estamos hartos. Con el agua que sale del grifo no te puedes lavar ni los dientes. Hay clientes de nuestra casa rural que nos han preguntado si es normal que les pique la boca después de cepillarse”, explica Sonia Soto, propietaria de un establecimiento rural y una peluquería en Almagro.

Cada día, esta almagreña tiene que esforzarse por convencer a sus clientas de que los tintes y productos que utiliza son de calidad y es la composición del agua la que hace estragos en el resultado final.

En agosto de 2020, los ayuntamientos de Almagro y Bolaños se vieron obligados a tirar de pozos de emergencia para evitar restricciones en pleno verano, ante la delicada situación provocada por la sequía del embalse de la Vega del Jabalón, que abastece a una docena de poblaciones de la comarca del Campo de Calatrava: Almagro, Bolaños, Ballesteros, Calzada, Cañada, Caracuel, Corral, Granátula, Moral, Pozuelo, Valenzuela y Villar del Pozo.

Almagro y Bolaños concentran más de la mitad de los 40.000 habitantes de estos pueblos y consumen el 65% de los recursos hídricos de la zona, condicionada por el estado de la cuenca del Guadiana y, por lo tanto, del Acuífero 23.

La noticia de la apertura de sondeos en el campo cayó entonces como agua de mayo hasta la llegada de la solución definitiva, que pasa por conectar los depósitos que toman agua del embalse, para que usen los recursos que vengan del acueducto Tajo-Segura a través de la tubería a la Llanura Manchega, que será la que dé de beber al Campo de Calatrava y que previsiblemente no estará finalizada hasta 2025.

Dos años y medio después, el agua del grifo sigue procediendo de pozos y presenta una elevada cantidad de sales, magnesio y calcio.

Dos vecinas de Almagro transportan garrafas de agua vacías

Negocios afectados

En el Bar-restaurante El Gordo, en pleno corazón turístico de la provincia, la tarde está tranquila. Apenas un par de parejas alargan su café antes de volver a enfundarse el abrigo. Sus regentes, Raúl y Teresa Serrano Dotor, suspiran y en su rostro empieza a desdibujarse la sonrisa cuando se les pregunta por el agua. No dan crédito a lo que está ocurriendo y se preguntan por qué no se han tomado las medidas con tiempo, cuando se veía venir que la comarca no podía beber de un pantano seco.

“Tenemos un problema muy gordo desde hace mucho tiempo. La tubería de la que hablan es una inversión enorme y ya veremos si llega, así que no sé qué vamos a hacer porque el agua subterránea se agota. Tienen que darnos una solución ya”. En su bar de la plaza Mayor de Almagro tuvieron que construir un aljibe, ante los continuos cortes en el suministro por las roturas de tuberías que se producen, debido a la presión que lleva el agua subterránea.

“Cuando hay una rotura de la general o en nuestra zona, tenemos que tirar del aljibe porque no podemos estar una mañana entera sin agua corriente, pero es que en el bar hemos tenido cuatro roturas en tres meses y de la última nos enteramos porque el recibo superó los 700 euros”, asegura Raúl.

Su hermana Teresa recuerda que el agua de Almagro siempre ha sido mala, con mucha cal y cloro, pero desde hace unos años, además, “destroza todo lo que pilla”. “El de la aseguradora nos dijo que más del 80% de los avisos que tienen en el pueblo son por rotura de electrodomésticos”.

Cerca de allí, en el Hotel Arte y Descanso de Almagro, reina el silencio en medio de una estancia con una iluminación cuidada, repleta de grandes lienzos y esculturas, una gran mesa de madera y una máquina de agua mineral en el pasillo hacia el ascensor que conduce a las habitaciones.

Su regente, Nuria Rosell Sánchez, lamenta tener que avisar a los turistas del peculiar sabor y el gas que descubrirán en el agua. “Nos preguntan si es similar al agua de Vichy y yo me río por no llorar. Cuando la prueban, bajan a por agua de la máquina para lavarse los dientes”, dice.

En su casa de Bolaños evita bañar a su hija pequeña con la frecuencia que lo haría en otras circunstancias, además de quejarse del resultado a la hora de hacer una colada de ropa blanca. “Sale manchada, pero es que además hemos tenido que cambiar dos veces la bomba de la aerotermia porque se queda obstruida por la cal, en los filtros se acumulan piedras, literalmente”, sostiene, cansada de la situación.

Raúl Serrano Dotor, hostelero

Los efectos de la presión

El Acuífero 23 es un acuífero semiconfinado y carbonatado, de composición volcánica y se recarga tanto de forma superficial como subterránea. “La presencia de mayor cantidad de materiales por encima del acuífero hace que la presión en el mismo sea mayor y, además, mayor que la atmosférica”, explica el almagreño Ismael Chaves, graduado en Ciencias Ambientales y con un máster en Geofísica y Meteorología.

Las secuelas de esta presión y de la dureza del agua se aprecian en los electrodomésticos. El agua dura disminuye el rendimiento de las lavadoras al generarse sales insolubles, siendo necesario un mantenimiento más frecuente y como consecuencia las tuberías se obstruyen con mayor facilidad.

“Cuando en nuestras casas lavamos superficies como grifos, mamparas o cristales y dejamos que se sequen solas vemos cómo aparecen manchas. Esto es el calcio que se ha quedado después de evaporarse el agua. Después de ducharnos con agua dura, el jabón absorbe toda la humedad de la piel, percibiéndola seca, escamada o blanquecina e incluso llega a picarnos”, apunta Chaves, que lleva estudiando en profundidad el problema del agua en el Campo de Calatrava desde 2019, alertado por su color y sabor.

La Junta de Comunidades inauguró el pasado mes de julio en Bolaños, a cuatro kilómetros de Almagro, una planta de ósmosis. Una infraestructura que ha costado 750.000 euros para mejorar la calidad de agua que llega a los hogares de los pueblos afectados.

En esta localidad los suspiros de resignación se repiten cuando se habla de agua potable. Allí vive y trabaja Gerardo Díaz Fúnez. Se dedica a la reparación y mantenimiento de electrodomésticos en los dos municipios y asegura que la vida de los aparatos que hagan uso del agua se ha visto reducida “entre un 30 y un 40%” y no ha mejorado con la nueva planta.

La cal, añade, ha sido siempre un problema, también cuando procedía del pantano, pero no con los niveles actuales y se suma a la alta presión con la que llega, provocando “un sufrimiento extra” en los aparatos. “La gente está tan acostumbrada que ya ni se queja, que se les rompe el termo del agua caliente lo cambian, en vez de repararlo. Los que pueden, claro, los que no se aguantan”. En su casa instaló ósmosis pero el agua seguía saliendo con sabor y la llevó a analizar. “Nos dijeron que todos los parámetros estaban disparados y lo que hacemos es comprar, no nos fiamos. Nadie se fía del agua del grifo”, explica Fúnez.

María Jesús Almansa y Ana Díez

A la empresa bolañega de asesoría agrícola Sercopag llegan muchas muestras de sondeos para analizar. Su propietaria Ana Díez advierte que en la mayoría se aprecia un alto contenido de restos de bacterias coliformes fecales y, por lo tanto, hay que clorarla. “La planta de ósmosis no funciona del todo bien y el líquido viene a veces con altos niveles de hierro y magnesio y al mezclar las dos aguas, la del pozo de Almagro con la de Bolaños, empeora. Por eso la gente intenta consumir de sus sondeos, pero deben analizarla antes porque no siempre es apta para consumo humano”, añade.

Es el caso de María Jesús Almansa, agricultora y vecina de Bolaños, que ha analizado el agua de su sondeo para poder autoabastecerse. “Es apta, pero hay que tratarla porque presenta un nivel alto en una bacteria”. Harta de la situación explica que ha tenido que cambiar en un año los dos filtros de la caldera. “Cuando el técnico los quitó estaban llenos de piedras y me ha costado 300 euros”.

El tema que impregna todo

El agua es motivo de conversación en los bares, en la calle, esperando la vez en el puesto del mercado o en las reuniones de los hogares de ambas localidades, un runrún que no cesa. Para Mari Carmen Valencia Ureña, lavarse los dientes a diario es una auténtica agonía, un trago amargo que le devuelve a la memoria la inversión que tuvieron que hacer hace nueve años en su casa de Almagro. “Nos gastamos unos 6.500 euros en una depuradora y ósmosis para filtrar el agua de la red, con lo que conlleva cambiar toda la instalación”. Al principio les sirvió, pero desde hace algo más de dos años es imposible eliminar “el sabor a hierro y el fuerte olor”.

“En nuestro caso, no puede pasar por más filtros y aun así no podemos ni cocinar con ella”, apunta esta almagreña, madre de tres niños. Su marido y ella compran alrededor de nueve garrafas de 8 litros a la semana, gasto que se suma al recibo trimestral. “Pagamos lo mismo que siempre por tener agua potable en la red, pero realmente no la recibimos”, lamenta.

Aunque las últimas lluvias han sido recibidas con entusiasmo en previsión del inicio de un periodo húmedo, la realidad es que el pantano continúa seco y los pozos que antes tenían una profundidad suficiente para extraer agua ahora necesitan ampliarse para alcanzar ese nivel freático y poder bombear agua a la superficie. “El agua del acuífero cada vez está a mayor profundidad debido a que su cantidad es menor, concentrando una alta cantidad de minerales y gases, volviéndose más dura y arrastrando en los bombeos materiales que en ocasiones son el lecho del propio acuífero”, señala Ismael Chaves.

El agua se ha convertido en un quebradero de cabeza para miles de familias, que ansían la llegada de una solución definitiva a un problema que afecta a sus negocios y colma sus vidas con una pátina de impotencia y desesperanza que todo lo impregna.

Reportaje para Europa Press

Fotografías y Video: Eusebio García del Castillo